En torno al puerto. Sus orígenes romanos y occitanos aún resuenan por sus callejas y cuestas empedradas y resbaladizas, que constituyen el marco ideal para el
paseo. La historia de la ciudad ha estado desde siempre ligada a la actividad marítima, especialmente desde que se estabilizó la desembocadura del Adour. Hoy, Baiona acoge a 41.000 habitantes
que inundan las calles a la mínima ocasión para la fiesta.
Baiona Handia. Es el casco antiguo de la ciudad, organizado en torno a la catedral de Santa María, un edificio gótico con altas y esbeltas torres que se pueden
ver desde la lejanía. Su claustro medieval es una auténtica joya gótica, lugar de recogimiento y también un cementerio hasta la Revolución Francesa, por lo que se pueden apreciar en su
interior interesantes estelas funerarias. Alrededor del templo se extienden calles con nombres evocadores como la peatonal Port Neuf, antiguo canal y sede de las más famosas chocolaterías de
la ciudad. Junto a ella se extienden otras muchas callejuelas cerradas al tráfico y jalonadas por hermosas casas tradicionales y tiendas de todo tipo. Un paseo por la zona nunca estaría
completo sin visitar la calle des Faures, que debe su nombre a los artesanos que realizaban en ella su trabajo, ni la plaza Montaut, repleta de tiendas de anticuarios. El Castillo Viejo,
construido en el siglo XV y utilizado durante años como prisión, y las siete puertas abiertas en la muralla ponen la nota defensiva a la visita.
Baiona Ttipia. En la orilla opuesta del Errobi se recuesta este barrio popular donde se suceden estrechas callejuelas medievales. La abundancia de tabernas y
el bullicio callejero convierten este sorprendente vecindario en un enclave más propio de Pamplona que de las ciudades de Iparralde. El trinquete Saint-André, oculto en un callejón de la
calle Pannecau es uno de los rincones más entrañables que pueden visitarse en este barrio, donde también se halla enclavado el museo de arte moderno Bonnat. En sus salas se guardan más de
cinco mil obras entre esculturas y pinturas, aunque el reducido espacio impide exponerlas todas. A escasa distancia, el Museo Vasco cuenta con veinte interesantes salas que recorren todos los
aspectos etnográficos de Iparralde. Tras una ambiciosa restauración llevada a cabo en 2001, la galería cuenta también con un apartado sobre la historia de Baiona y su puerto.
Saint-Esprit. El tercero de los barrios de Baiona, el menos visitado por los turistas, es el de Saint-Esprit, situado en la orilla opuesta del Adour. Aquí se
encuentra la estación de ferrocarril, centro neurálgico de una zona profundamente marcada por la Revolución Industrial y por la condición humilde de las familias que la han habitado desde
siempre.
Baiona verde. Baiona cuenta con amplias zonas verdes, ideales para el esparcimiento de vecinos y visitantes. El Jardín Botánico situado junto a la catedral es
un hermoso parque, al igual que el de Caradoc, en el barrio de Saint-Esprit. Pero ninguno de ellos alcanza el encanto del humedal de Ilbaritz, una amplia zona húmeda repleta de vida y surcada
por innumerables arroyos y canales. Aquí, gracias a un sendero de casi dos kilómetros de longitud, podemos descubrir un ecosistema único y aprender con los numerosos paneles explicativos.
Para llegar hay que buscar el barrio de Beyris, a la entrada de la vecina Anglet.
En bicicleta río arriba. Hubo un tiempo, no muy lejano, en que el Adour y sus afluentes constituían una vital vía de comunicación entre el Atlántico y las
comarcas del interior. El Nive, que vierte sus aguas al Adour en la propia Baiona, no fue una excepción. La navegación se llevaba a cabo durante las horas de la pleamar, gracias a parejas de
bueyes que tiraban de las barcazas desde la orilla. Con ese fin fueron creados anchos caminos de sirga que hoy constituyen perfectas vías para la práctica del cicloturismo. Una de ellas une
Baiona con Ustaritz a través de una extensa llanura cubierta de cultivos de maíz y surcada por las apacibles aguas del Nive. La vieja sirga nace junto a las instalaciones del Aviron Bayonnais
y remonta el río durante 15 Km. El desnivel es inexistente, por lo que la excursión es ideal para ser realizada en familia. Los menos deportistas también pueden disfrutar del cauce del Adour
en alguna de las txalupas tradicionales que organizan paseos por el río. Algunos remontan la corriente hasta Urt, donde se conserva un interesante puerto fluvial.